viernes, 20 de mayo de 2011

El teatro de las noches gris cemento









A veces, la magia nos espera al doblar la esquina. Solamente hace falta estar atento y mirar con los ojos adecuados...
Una noche de primavera, caminando por las calles grises de siempre, de tu mano.
Una de esas noches en las que el cielo parece pintado. Las estrellas alumbran detrás de las nubes, lo que podría ser un cielo de postal nocturna.
Caminamos como cada noche, agarrados de la mano, charlando... Desde el final de la acera suena una música suave, casi como un murmullo...son los acordes de una canción de nana.

Y entonces giro la cabeza y durante los tres segundos que tardo en cruzar aquel portal, veo un universo mágico e irreal asomarse a tu calle.
Asombrada contengo la espiración, pues estoy sin duda ante una puerta abierta hacia el sueño de alguien:

Un escenario lleno de cables y focos con las butacas forradas en terciopelo rojo, descansa.
La trapecista al borde de uno de los escalones se abrocha las zapatillas de bailarina, mientras un hombre pelirrojo, sentado en una silla del revés lee un papel.
Un arlequín danza al rededor de una pelota gigante mientras finge escuchar al pelirrojo.
Un león con la cabeza apoyada en el regazo de una  señora con barba, bosteza.
El encargado de preparar las palomitas ha abandonado su puesto y los monos titi se dan un festín con su descuido.
Mientras, el hombre que escupe fuego se entretiene en hacer pompas que inundan el escenario y se cuelan hasta el patio de butacas.

Es todo tan real e irreal, tan hiperreal que puedo oler las palomitas y el perfume de la trapecista. Puedo casi por un segundo pasar mi mano por una de las butacas de terciopelo, puedo detenerme a escuchar al pelirrojo, puedo encontrarle las cosquillas al león y subirme a la pelota gigante a explotar pompas de jabón...
Pero los tres segundos corren rápido y en lo que yo he terminado de contener la respiración, aquel teatro soñado se da cuenta de mi atrevimiento, y se disfraza de portal con puerta de cristal que refleja los hierros, cables y aparatos de una obra en la acera de enfrente.

La magia puede ser tan fugaz...pienso, pero una pompa de jabón en medio de mi camino, me dice que quizá no fuera solo un sueño de paseante nocturna...
                                               

miércoles, 18 de mayo de 2011

Ensoñación de cerradura






Queriendo abrir la puerta de mi armario, la llave que cierra su cerradura cayó al suelo. Fíjate, para qué coño le pondrían este sistema de cerrado a un armario nuevo.
Al agacharme a por la llave mis ojos fueron a parar con el hueco de la cerradura.

Al contrario de lo esperado, al otro lado no se asomaban mis pantalones y camisetas esperando ser vividos. Del otro lado de la cerradura podía ver un prado.
No cualquier prado no, era el prado EL PRADO. Aquel donde tantas otras tardes de parecidos ecos me sentaba a despedir el sol. 

Y extrañada seguí mirando. Sin siquiera parpadear media vez, no solo podría haber contado cada mota de polvo que brillaba al contacto con la luz de aquel atardecer, sino que escuché las campanas de la Iglesia de los frailes sonar. 

Al encontrarme mirando desde el hueco de la cerradura del armario de mi cuarto, no disponía de la posibilidad de girarme y ver qué más se hiperrealizaba. Tenía sin duda alguna una auténtica visión-tunel o en aquel caso visión-cerradura. Así que tunelizada hacia el atardecer y aquel árbol sobre la colina a lo lejos, intenté agudizar el oído y descubrir si aquello era real o producto de mi imaginación.

Mientras, en el cielo jugueteaban caprichosas unas golondrinas; un centenar de minúsculos insectos bailaban la extraña danza del atardecer entre doradas espigas y amapolas. Unos aviones surcaban el preciso espacio aéreo que mis ojos alcanzaban, dejando varias estelas de blanco impoluto. Un perro ladraba a lo lejos, y si, sonaban otra vez las campanas de la Iglesia, solapándose con el canto de recogida del último tren del día de Firenze a Borgo.

Y cuando ya no podía ser más hiperreal, cuando ya no podía dudar de la veracidad de lo que mis ojos reconocían, unos acordes de piano me recuerdan que es la hora de Salvatore de jugar en el patio. Y escucho "l'autostrada" y las voces de Salvo.


Zas! Ojalá fuera cierto y tan solo pudiera asomarme por un agujerito a ver como sigue sucediendo esa realidad. Algún día inventaré el medio para asomarse a otras realidades en tiempo real.